Noche tras noche se acercaba, como siempre, al baúl.
A veces aferrando los dedos a la tapa y tirando fuertemente de ella, a veces rozando el borde de la tapa y buscando hendiduras en ella por donde abrirla.
Noche tras noche, el brillo al levantar un poco la tapa inundaba la estancia, y el sonido volvía a resonar de nuevo.
Noche tras noche, con los dedos, solo conseguía levantar un poco la tapa.
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