domingo, 18 de octubre de 2009

Ruidos

En el silencio escuché un ruido sordo. En el silencio se movían las sombras, sombras de paredes infinitas que se confunden con el techo.

No hay puertas, no hay salida, no hay entradas, no hay nada, y sin embargo, escuché un ruido sordo.

Miro hacia todos lados, primero despacio, luego cada vez más deprisa, dando vueltas sobre mi mismo.

Noto el sudor frío apareciendo en mi frente, el sudor también en mi espalda.

No puedo permitir el pánico acercarse a mi, no puedo permitirme ese lujo, no puedo correr, no tiene sentido hacerlo.

El corazón se me dispara, control, el control es mío, no debe ir tan deprisa.

No me hace caso.

Lo noto presionando mi sién mientras palpita sin parar.

No puedo quedarme quieto, busco con mis dedos las paredes, estiro los brazos, no llego, doy un paso, doy otro, otro más. La pared parece alejarse, pero debería estar más cerca.

¡Por fin! Noto algo duro, frio, metálico.

Nunca me alegró tanto sentir ese frío. Me pego con todas mis fuerzas, y siento el pulso bajar levemente.

De repente....

otro ruido

Todo va a volver a empezar, lo se, pero tengo mi espalda contra la pared, casi me da la mano, pero me siento seguro, ahora estoy bien.

sábado, 17 de octubre de 2009

Polvo

El camino se retorcía para alcanza la cúspide. En cada paso se puede hacer una parada para hacer un descanso.

El asfalto no tiene lugar aqui, no puede mancillar el terreno. En su lugar, una fina capa de polvo marrón, disperso, cubriendo sin desvirtuar, lo justo para indicar por donde seguir, proponiendo un destino.

De repente la luz se oculta, y del cielo llega una lengua de fuego, recorre el camino despacio, pero es tan ardiente como la pólvora.

El camino cambia su color, se oscurece, se vuelve de un marrón oscuro tendente al negro, el polvo desaparece, tiñendo todo de intensidad.

Donde acaba, donde empieza, todo empezó en la noche, todo se mueve en ella.

Lengua de fuego.



Arde.

sábado, 3 de octubre de 2009

En el bosque

Corriendo entre la oscuridad, no hay corteza que no parezca afilada, no hay lugar para el descanso, no hay sombra que no aceche.

Sientes los ojos pegados en ti, te hacen estremecer y te hacen respirar con dificultad.

En un momento, ya no estás.

Al siguiente un nuevo grito brota de tu garganta, sin sonido, seco, que hace palidecer tu tez, e inyecta el rojo en los ojos.

El miedo da paso a la ira, ya no hay enemigo invencible.

El color y la vida son tuyos, las heridas no duelen, los dientes rechinan.

De nuevo amanece.