Sobre la carne prevalece la marca, el estigma, la obsesión, pura y obscena.
En su rincón se desgranan los minutos, y los restos de los gemidos resuenan sin parar.
Pálida piel, bruñida por el roce del acero, brillante junto al sudor.
Sal de la estancia y cubrete, el frío arrecia.
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