domingo, 21 de junio de 2009

Sed

¿Como se coge el agua de lluvia que cae?

¿Como se apaga el torrente de gotas que nos empapa?

¿Quién puede beber gota a gota hasta quedarse sin sed?

Calcula sin esperanza, redime tu agitación.

Florecen los poros de la piel.

Mojados, mojados...mojada.

jueves, 11 de junio de 2009

Nacimiento


-No encuentro las cosas, dijo Lorbix haciendo aspavientos con las manos.
-Dichosos guardias, siempre rebuscando en nuestra madriguera, concluyó ORbix.
-Dejad todo eso y venir aqui, no disfrutaremos mucho de esta pequeña, tenemos que ser rápidos. DOrbix miraba la tela y la forma que se agitaba en su interior.

Ojos brillando de nuevo, lenguas viciosas y regusto de sangre. Olor intenso por llegar, lúgubre estancia llena de susurros y agonía.

-Tenemos que traerla de nuevo, necesitará una educación especial. El tono ironico de DOrbix hizo reir a los otros dos duendes, y si hubiera quedado algún atisbo de bondad en sus pequeñas caras, sin duda podría darse por desaparecido.

Al colocar la tela en la mesa, esta se movió un poco, la madera quejosa perdió su tonalidad, envuelta en el negro brillante de ligeros movimientos.

Se situaron los tres rodeando la mesa, justo tras haber colocado un cirio encendido pegado a la mesa, alto y de un brillo intenso, de llama bailarina a pesar de la espesa quietud del aire de la sala.

Poco a poco, de forma cuidadosa, las pequeñas manos se dedicaron a abrir un pequeño agujero en la tela, iluminándolo con la luz del cirio, llenando de luz la oscuridad. La reacción de la sombra en la tela primero fue de miedo, ondas alejándose de la luz, encogiendose, susurrando compasión en forma de negro azabache, color para una música sin sonido.

El tiempo se detuvo, las horas parecían no pasar en los gestos de los duendes, uno a uno de mirada impertérrita, concentrados, atentos a cualquier cambio, preparados para cerrar el agujero en caso de cambios inesperados.

Tras un par de latidos de los gélidos corazones de los duendes, o tal vez fueron varios días, la sombra cedió, se acercó poco a poco a la luz, y con el brillo se empezaron a experimentar cambios, al principio poco notables, pero con el paso de los minutos la tela empezó a crecer, a crecer tomando forma, forma de cuerpo humano, forma de mujer.

Los duendes comenzaron entonces a entonar un murmullo, un murmullo que resonaba por toda la estancia, por cada rincón de las antiguas piedras.

Junto con el murmullo volvieron a moverse, abriendo un poco más cada vez la tela de araña, ofreciendo la oscuridad a la luz, oscuridad que se iba difuminando en un color rosaceo de piel, suave y tersa, aterciopelada.

Cuando apenas quedaba oscuridad por descubrir, los movimientos inquietos de la nueva figura se calmaron, y ante la mirada de los duendes, unos ojos oscuros levantaron la mirada fijándose en la luz, ignorando a los duendes, curiosa, despierta por fin.

sábado, 6 de junio de 2009

Captura


Poco a poco, la sombra brillaba más y más, negro azabache sobre el negro, negro brillante rodeado de la brillante luz negra de las velas.

Sombras entre sombras.

Seis pequeñas manchas blancas destacan en la cada vez más intensa oscuridad, también brillan, de las recortadas siluetas verdes, solo se pueden ver ojos pequeños, sin parpadeos, mirada aguda de cazador, todos los sentidos en su presa, esperando el instante justo.

Está cerca.

Manos menudas pero resueltas sujetan los hilos de la trampa, los segundos se convierten en eternos, una agonía atenaza cada músculo, el momento, el momento...

Un tirón, de un solo tirón se despliega la red de araña, y cuando parece que va quedar estirada en el suelo, va adquiriendo una forma. El brillo negro se empieza a mover con velocidad, pegado a la tela, sin poder despegarse.

Con la rapidez de un experimentado marionetista, con movimientos de brazos y manos la red empezó a dar vueltas sobre si misma, envolviendo más y más a la forma brillante, más y más negra, intentando en espasmos liberarse de un cautiverio desconocido.

El brillo de los seis ojos competía ahora con las sonrisas de satisfacción de los tres duendes. LOrbix había conseguido enrollar la tela sobre la forma negra, y esta cada vez se movía un poco menos, pasando de la angustia, a la desesperación hasta asumir la nueva situación y poco a poco, a la tranquilidad del que sabe que su fin está cerca.

Nada más lejos de la realidad.

Nada se sobreponía al silencio. Los duendes no hablaban entre ellos, cada uno parecía sumido en sus propios pensamientos, pero sonreían, de forma maléfica, una sonrisa que encogería el corazón del más valiente de los guerreros.

Con medida parsimonia, los tres duendes apagaron las velas, las recogieron, y salieron de la estancia cargando con el regalo de su Señor, pero esto solo era el primer paso hasta su entrega a El.

Entre pasillos angostos, en lo más profundo del castillo, los duendes se perdieron de vista. Ante de desaparecer, DOrbix tan solo le dijo unas palabras a un guardia - La tenemos, pronto volvereis a saber de nosotros.

lunes, 1 de junio de 2009

Cacería

No es preciso que os recuerde lo complicado que es cazar en las sombras. Un cazador sin experiencia lo más probable es que sea engullido por alguna de ellas y pase a formar parte de la sombra de algún ser, grande o pequeño, animal, objeto o planta, convertido en una difuminada mancha gris, ocultándose de toda fuente de luz. En caso de tener suerte estará en alguna cueva o lugar sin luz, pero si por desgracia pasa a pertenecer a la sombra de algún ser de la superficie, quedará condenado al suplicio de las estrecheces de las horas de sol más intenso, antes de disfrutar del alivio de la noche. Extraña vida la de las sombras, pero eso, es otra historia.

El duende más anciano, conocedor de los secretos de las sombras, y amigo de seres del inframundo, se encargó de liderar la cacería.

El primer paso, conseguir todos los materiales necesarios para su captura. Pequeñas velas de luz negra para atraerla hasta la trampa, el collar y el cascabel para marcarla, la tela de araña viscosa para retenerla, y para su propia defensa, tapones de oidos hechos con hebras de cuerdas vocales de ángel para evitar ser engullidos por la oscuridad. Ya se preocuparían más adelante, una vez capturada de como traerla de nuevo a la luz. Eso y prepararla para El son sin duda tareas más gratificantes y un gran placer para unos duendes diabólicos que llevaban tanto tiempo encerrados.

DOrbix, Lorbix y ORbix eran los nombres de los duendes. Por separado podrían parecer pequeños divertidos y juguetones, pero juntos eran realmente temibles. Su dedicación en las tareas encomendadas, su pérfido sentido del deber y las pocas pero recordadas veces que habían sido llamados, les habían labrado una reputación envidiable entre los seres más ávidos de maldad.

Tres semanas les costó reunir todos los elementos, y una semana más eligiendo la sombra adecuada, en la que el brillo era más notable y constante. Parecía como si la sombra tuviera aprecio por ese lugar, un pequeño rincón en una de las salas del castillo, una zona cálida, cercana a una de las innumerables chimeneas.

Finalmente prepararon todo, nueve velas en un pequeño pentágono, cinco, una en cada arista, y cuatro más haciendo un cuadrado dentro del pentágono. La telaraña, entre dos de las velas interiores, con finos hilos para poder tirar de ella, arrastrándola sobre el suelo.

DOrbix se encargó de repartir los tapones para los oidos, a partir de ese momento, solo podían comunicarse por gestos, mil y una veces entrenados, medidos y controlados. De todas formas, no necesitaban escucharse, sus mentes al igual que su maldad innata, estaban unida y trabajaban como una sola. Tras repartirlos, se quedó de pie, con las manos en la espalda, esperando.

Lorbix se encargó de encender las velas del pentágono y tras eso, se situó a cargo de los hilos que sujetaban la tela, en cuclillas y completamente concentrado. En la sombra, interior, se empezaba a percibir un brillo insual, ahí estaba su víctima, acudiendo a su última cita en las sombras.

ORbix se encargó de encender las cuatro velas interiores, y como DOrbix, se retiró a una posición más retrasada.

La oscuridad de las velas negras comenzó a llenar la estancia, apenas dejando ver el brillo amarillo de los ojos de los duendes.

Todo estaba a punto, y ella, se acercaba cada vez más...