sábado, 30 de mayo de 2009

Sombras luminosas




-¡Trae a los duendes!, algo se está preparando, y esas pequeñas ratas pueden olisquear más allá, seguro que saben interpretar mucho mejor que yo las señales que nos traen las sombras.

Al poco rato, tras un sonido de pasos en el pasillo, se abre de nuevo la puerta de la sala, y tres pequeñas formas entran refunfuñando, empujándose unos a otros. Sucios y malencarados, ya hace mucho tiempo que entraron al servicio del Señor, que los mantiene recluidos en una de las salas más profundas del castillo.

Con una mirada del Señor, la estancia se llena de silencio, los duendes, callan sus malos modos, pero siguen inquietos.

-Pequeños perros de presa, dejar de mirar todo con ojos desesperados y concentraros en lo que os digo. Tendréis vuestra recompensa si conseguís decirme que significan esas ondas, esos brillos, esa oscuridad desconocida al fijar la mirada en las sombras.

Los duendes de nuevo murmuran en voz baja, el brillo de sus ojos contrastando con lo andrajoso de sus atuendos, como diamantes pulidos reflejando el sol. Y tras las deliberacion, sonido de pies arrastrándose hacia un ventanal. Un ventanal cerrado con cortinas de terciopelo, en la parte más ámplia de la sala. Y allí, donde el brillo de las velas termina, las sombras campan a sus anchas, a plena luz del día.

En la oscuridad, algo más oscuro, ominoso, brillante, inquietante.

Tres pequeñas formas se aprietan unas con otras al verlo, funcionando como uno solo
ante la nueva amenaza.

-Es ella, se oye levemente.

-No, no es, es demasiado fuerte, comenta otro de ellos.

-Si, ha vuelto, no hay duda, ha vuelto.

Como si fuera uno solo, los tres duendes se arrodillan al unísono .

-Señor, ella ha vuelto, ¡con más energía que nunca! grita el más anciano de los tres.

Una sonrisa brota en El, y tras paladear cada palabra, lanza una nueva orden.

-Traedla a mi, prepararla antes, pequeños demonios, encargaros de todo.

Con una mezcla de miedo y deseo, los tres duendes partieron a cumplir las órdenes de su amo.

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