Erase una vez...
El lobo, que estaba en una piscina tomando el sol. Lo cierto es que esa piscina es el lugar ideal para coger un buen color, y el lobo estaba disfrutando de una jornada de descanso con sus gafas de sol oscuras y una sonrisa que hacía sobresalir un montón de dientes realmente afilados.
Estaba ensimismado en sus cavilaciones, o tal vez dormido, o quizás al acecho, de un lobo de estas dimensiones nunca se sabe realmente, cuando se le acercó una chica luciendo un bikini de diminutas proporciones, de color rojo y de rayas, aunque desde luego el diseñador tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para dar cabida a más de dos rayas.
La chica lucía una sonrisa de dientes perlados, y brillaban en su piel un montón de gotas de agua. Entre eso, el bikini y sus curvas parecía un anuncio de chicles de los que congelan nada más meterlos en la boca. La chica, sin mostrar el más remoto asomo de timidez, le dijo al lobo.
-Hola lobito, ¿me dejas tu toalla para secarme un poco?, lo cierto es que el agua de la piscina está congelada y con este aire no quiero resfriarme.
El lobo, despacito, movió la lengua entre la ristra de dientes que se perfilaban por su boca, y mirándola dos veces de arriba a abajo, musitó con
calma - Caperucita Roja, apenas he podido distinguir que eras tú, estás cambiada a cuando nos conocimos en el bosque. ¿Acaso no recuerdas el motivo
de que tenga esta cicatriz a lo largo de toda mi tripa?. No se si es prudente que te deje mi toalla, creo que la abuelita mantiene la orden de alejamiento contra mi.
-Lobito, esa cicatriz te da caracter, creo que es momento de olvidar esos detalles y pasar página. Respondió Caperucita mientras movia el pelo descuidadamente pero con la gracia de una diosa, y al mismo tiempo los pequeños movimientos de su cabeza hacían relucir cada uno de los dientes de su sonrisa perfecta como si fueran estrellas en la noche más oscura del año.
-Está bien Caperucita, y sentándose en la hierba le tendió la toalla de Elvis Presley sobre la que estaba tumbado. El tupé de Elvis parecía tener más volumen que nunca, mientras ondeaba con el cálido aire del desierto.
Caperucita se envolvió en la toalla, y su sonrisa por un momento perdió parte de su encanto, aunque rápidamente volvió a aparecer.
-Lobito, esta toalla está empapada. Dijo Caperucita mientras un escalofrío recorría todo su cuerpo, haciendo dar un respingo al final de su espalda, y provocando con ello una sonrisa de Elvis de oreja a oreja.
-Claro Caperucita, no ves que soy un lobo peludo y me he bañado hace un rato, no hay toalla que resista ante esta mata de pelo.
-jijiji sonrió Caperucita, tapándose suavemente la boca con una de sus manos, y de sus mejillas surgieron dos redondos ovalos de color rojo. ¡Esta chica si que sabe como utilizar sus herramientas de seducción!. Al poco añadió - tendré que sentarme a tu lado, para entrar en calor.
El lobo notó erizarse los pelos de su espalda, llevaba todo el verano esperando un momento como este.
Un rato después, cuando Elvis se dió cuenta de que estaba de más y trataba de despegarse de la toalla, el lobo invitó a Caperucita a tomar un Cola Cao, en taza mega grande, espeso y con dos pajitas.
Y este cuento...se ha acabado...
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Sencillamente genial.
ResponderEliminarUn beso.